lunes, 15 de noviembre de 2010

La maldición del exprimidor dorado...

El día comenzó cuando la luz venció a la noche, y el dios Horus encarnación del sol, acribillo a Seth personificación de la noche en un ciclo que se repite y se repetirá por los siglos de los siglos. Amén. Pero lo que les quiero contar es que amanecí con un molesto escozor en la garganta y que estando en casita no me hubiese importado por que mi mamá me hubiera cuidado, arropado, hubiera dadome un té lleno de amor de madre, o hubiera llenado mi cuerpo de acetaminofén y clorhidrato de fenilefrina y me dejaría dormir hasta tarde y faltar a la escuela, como todas las mamás del mundo, ¿no?
Pero ahora que soy un hombre hecho y derecho, no tan feo, ni tan fuerte pero eso si muy formal, debí hacer todas esas cosas que otrora haría mi madre, y al salir me encontré con esto.



Por que nada más bello y lucidor que en lugar de cortinas uno tapice las ventanas  con afiches de calaverita, otro de un conejo sodomizando a un águila y a un carnero, y uno más de un niño con serios desordenes de la personalidad, esperando ser vistos por todo aquel que ingenuo se cruce por ahí. Tan refinado el mexicano.
Entonces huí de ahí lo más rápido que pude y seguí el camino amarillo, con mis amigos, el espantapájaros,  Dorothy, hombre de hojalata y el león cobarde, viajábamos a Ciudad Esmeralda para pedirle al mago un cerebro y  un corazón y medio kilo de mollejas y unas patitas de puerquito a la vinagreta. Para después desayunarnos a la usanza de las hordas vikingas.
Me despedí. Sólo para seguir mí largo peregrinar al súper mercado, y comprar mi kit de hombre-prevenido-vale-por-dos-o-por-tres, un kit de esta naturaleza debe contener ácido cítrico en forma de limones, naranjas o toronjas, propóleos en forma de miel de abeja, de agave, de maíz o la infaltable miel de lagarto monitor, amor de madre en forma de clorhidrato de bromhexina. ¡Y LISTO! Una receta para el desastre.
Pero en eso, pensativo me quedé un segundo imaginandome en un sin número de jocosas situaciones en las que me vería envuelto al tratar de estrujar cinco kilos de limones. Dirigiéndome así al área de exprimidores de cítricos, la que no escasea en ningún tianguis, bazar o plaza del pueblo, pero que en wal-mart es casi imposible de hallar, pero usando mis poderes de rayos x logre ubicar lo que parecía ser el último ablandador de cítricos del universo conocido y era mío y amarillo chillón como me gusta.
 y unos kleenex® con la caja en forma de mi fruta favorita del verano, por que yo sin kleenex no puedo vivir.

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